martes, 16 de marzo de 2010

La Fogata

I
El mes pasado me fuí a la playa con mi familia. Nefertiti planeó todo desde Enero, pero ella dudaba que yo esté totalmente recuperado para febrero. Yo, con plena y total confianza en que Dios iba a ser el milagro de recuperarme rápidamente, le dije con mucha seguridad, que siga con los planes, que iba a estar listo para ir a la playa como lo hacemos todos los años. Todo el año esperamos el verano para ir a la playa solo cuatro días. Nada más. Pero esos cuatro días lo hacemos durar como si fuera una eternidad. Nos vamos a una de esas pocas playas del Sur de Lima, que todavía tienen ambientes rurales alrededor. Tiene un humedal natural donde viven diversas aves de mar. Cuando uno se sienta en su orilla, respira vida pura y escucha solo el leve aleteo de las aves y el sonido de la brisa marina. Partimos muy temprano y no solo conducí por la carretera al Sur, con seguridad y aplomo, sino que durante los tres días estuve lleno de vitalidad, sin dolor alguno. No parecía que hace solo cuatro meses me habían hecho una operación de 12 horas. Era pues, un nuevo milagro. Uno de los tantos milagros que Dios me viene regalando. No solo estuve sentado frente al mar, sino que me bañé en la piscina con Manzanilla y Manzano, e incluso me tiré de un "tobogán" de agua de seis metros abrazado a ellos como un "trencito" y gritando como tres locos en el agua. Simplemente inimaginable cuatro meses atrás. Nadé en la noche, absolutamente solo, mirando las estrellas y la luna en cuarto menguante. Oré intensamente en medio de esa paz que solo el silencio de la noche y el agua pueden dar. Hice los movimientos más placenteros dentro del agua. Me zambullí varios minutos con los ojos abiertos para tratar de recordar el inicio de mi vida dentro del vientre de mi amada madre. Y lo logré, escuché los sonidos de mi corazón debajo del agua. Fue una experiencia muy intensa. Me ayudó a reencontrarme con el sonido de mi propia vida. Uno siempre debe recordar sus inicios, ya que es una forma de reconstruirse, de recomponerse. Y en cierta manera, lo hice esa noche. Meses atrás había sido tocado por la oscuridad, que dejó huellas en mi cuerpo, pero esa noche en la playa, fuí tocado por la luz, que dejó huellas en mi espíritu.
II
De todos los felices momentos que pasamos en la playa, uno de los que más me gustó fue cuando hicimos una fogata rodeados no solo de Manzanilla y Manzano sino por todos los niños que vinieron atraídos por el color del fuego. Canté y bailé alrededor de la fogata, canciones de los nativos americanos de mi época de "Boy Scout", y luego les conté una fantástica historia del hombre que se convirtió en fuego, que me escucharon muy atentos. De manera inesperada Manzano, con mucho orgullo, le dijo a todos sus amigos: "Mi papá fue Boy Scout". Yo lo miré dulcemente porque removió mis recuerdos de niño. Luego insertamos malvaviscos en unos cañitas de bambú y los calentamos en el intenso fuego de la fogata. Todos comieron, los chicos y los grandes. Al final los niños corrieron iluminando la playa con sus bellas y frescas sonrisas. Yo me quedé con Nefertiti mirando el fuego en silencio. El sonido de las brasas saltando levemente, el calor y el olor a eucalipto, hacían el momento propicio para la meditación. Y así fue. Cerré los ojos dejándome envolver por ese mágico momento donde el espíritu se regocija en medio de la luz y la calidez del fuego.
III
Después de la bella experiencia de la fogata, renació como el Ave Fénix de mis propias cenizas, una práctica que hace 33 años había dejado en el recuerdo: mi promesa scout. Cuando regresé a Lima, busqué en internet toda la información actual y disponible del movimiento scout mundial, y sucedió lo inevitable. Convencí a Nefertiti, para inscribir a Manzanilla y Manzano en el Grupo Scout de nuestro distrito. A pesar de sus iniciales observaciones, logré que entendiera que nuestros hijos debían tener una "educación para el servicio", para que no sean presos del individualismo autómata propio del televisor, los video juegos y el consumismo materialista. Al final logré no solo inscribir a ellos, sino que conseguí lo más difícil e impensado, inscribirnos Nefertiti y yo en el Grupo Scout, para involucrarnos como padres en ese proceso de formación de nuestros hijos, ayudando nosotros mismos a otros niños, a formarlos en la practica del Escultismo. Para eso seguiremos diversos cursos y vestiremos el mismo uniforme que ellos. Imagínense, a mis 45 años y Nefertiti a sus 42, empezando una nueva etapa de servicio, que estoy seguro nos dará muchas satisfacciones. Me siento feliz de hacerlo, y le doy las gracias a Nefertiti por haber aceptado ese sacrificio de su tiempo. Se que lo hace por amor a mí y para cuidar a nuestros hijos de cerca. Por mi parte estoy dispuesto a dar parte de mi tiempo para seguir sirviendo a mí país de una manera sencilla, a través de la formación de niños que algún día serán sus líderes del mañana, y que con sus actos responsables, basados en su promesa scout, estoy seguro que serán mejores personas que las de mi generación y podrán construir un país más ético, solidario e inclusivo, y que cuando algún día se sienten con sus hijos alrededor de una fogata, piensen que valió la pena hacer el esfuerzo.
Ojoavizor