viernes, 5 de septiembre de 2008

Bailando por un sueño

Hace unas semanas se presentó en el Perú el programa "Bailando por un sueño". Es una franquicia mexicana, con mucho éxito a nivel latinoamericano, que tiene como objetivo (a parte de ganar dinero, legítimamente, por supuesto), ayudar a personas, previamente seleccionadas, que sufren una penosa enfermedad o financiar proyectos sociales, para mejorar la calidad de vida de comunidades con escasos recursos económicos. El programa está dirigido por la experimentada y muy querida presentadora de televisión, en el Perú, Gisela Valcárcel, quien ha comprado los derechos de la franquicia, haciendo gala de un extraordinario olfato para los negocios televisivos y dando las primeras señas instintivas de una naciente y futura broadcaster. Gisela, proviene de un distrito popular de Lima (La Victoria), y en base a su inteligencia, carisma y esfuerzo, no solo ha demostrado que su talento no se ha agotado, sino que ha recuperado, y superado, el sitial de diva, que tuvo y había perdido, hace más de diez años, a manos del cruel y frío rating televisivo.
El programa tiene muchos méritos, entre ellos, el tener un formato visual impecable, calidad y notoriedad de los bailarines, buen sonido, orquesta, coreógrafos y jurado de primer nivel, auspiciadores comerciales de prestigio, etc., pero creo que el mérito más importante, es el haber logrado "enganchar" y dar alegría a un extenso sector de la familia peruana (40 puntos de rating en la hora pico), ofreciéndole una sana y amena alternativa, respecto, por ejemplo, al desprestigiado fútbol peruano. Después de mucho tiempo de violencia terrorista, escándalos de corrupción política, crímenes y noticias diarias de negligentes accidentes de ómnibus por todo el país, los peruanos podemos desconectarnos de toda nuestra cruda realidad social, y pertrecharmos, cada sábado por la noche, con "canchita", gaseosas, dulces, etc., para estar frente al televisor durante dos magníficas horas, llenas de suspenso, alegría, debate sano, y sobretodo, soñar con lo imposible. Sí, soñar que sí se puede. Que todos podemos cumplir con nuestros sueños. Que podemos ser magníficos bailadores a pesar de ser feos y gordos. Que podemos ser mejores personas y ayudar al prójimo. Que a pesar que los "tanáticos" nos dicen todos los días que "nada sirve", que "nada vale la pena", que "todo está podrido en nuestro país" o que "nuestro país y su gente no tiene solución"; existe para nuestra suerte y para contrarrestarlos, la fuerza del amor solidario y la alegría de un país, que durante dos largas e interminables horas, gozan mirando a un grupo de bailarines aficionados, danzando por la vida.
Toda ésta maravillosa parafernalia del programa, me trajo al recuerdo, allá por el año 77, el estreno de la taquillera película "Saturday Night Fever". El protagonista fue el entonces novato actor, John Travolta, quien era un discreto actor pero carismático bailarín. El soundtrack de la película estuvo a cargo de los Bee Gees, con un albúm, lleno de hits, que cerró con broche de oro, la época de la música "disco" de los setentas. Recuerdo como si fuera ayer, la escena del baile de Travolta, con la canción "You Should Be Dancing". Este baile me impactó tanto, que rapidamente me inicie en el arte del baile, para lo cual tuve que ver la película como 70 veces, ya que en esa época no existía youtube, y la versión en betamax de la película, llegó como cinco años después. Me aprendí de memoria cada uno de los pasos, y lo bailaba en cada fiesta que me invitaban. Realmente gozaba de ese baile con esa canción, y como las expresiones artísticas de los niños son festejadas, estén bien o mal, aglutiné una importante legión de admiradores, entre los que resaltaba mi querido, y ya fallecido padre. Mi padre era un "conversador" culto consumado, como los pocos que quedan en Lima, por ese tema de "la falta de tiempo". Hacía gala de una filosa ironía y fino humor, que no he vuelto a ver jamás en nadie. Le encantaba caminar por las calles de Miraflores, y hasta salió en un comercial de TV, por su gracia y peso, ya que llegó a pesar 130 kilos. Por razones obvias, era asiduo comensal de la "La Tiendecita Blanca" (café suizo-peruano, tradicional en Lima y ubicado en el turístico distrito de Miraflores). Mi padre era mi más fervoroso fanático (tal vez porque era el último de sus siete hijos), y le gustaba verme bailar como Travolta, en la sala de la casa, alentándome jocosamente, en mi precoz carrera de bailarín.
Una tarde, en forma imprevista, me llamó por teléfono a la casa, pidiéndome urgentemente que me vistiera de blanco (el atuendo infalible de baile de "Travolta"), y me fuera en ómnibus (en ese entonces, los niños todavía podían subir solos a los ómnibus, ya que Lima era otra, menos moderna pero más segura), a la oficina de una de las más importantes empresarias en el rubro de óptica fina en el Perú, ubicada en el Centro Histórico de Lima. Me comentó que se estaba dando un almuerzo, en honor a la "Miss Perú", Olga Zumarán, en reconocimiento al cuarto puesto obtenido en el Concurso de "Miss Universe" de ese Año, y quería que la conozca en persona, y que baile para ella. Lo escuche tan feliz que no le pude decir que no. Entonces me vestí con el famoso traje blanco mientras escuchaba "Stayin' Alive", diciéndome a mí mismo si sobreviviría a ese tremendo reto. Tome valor, y caminando como "Tony Manero" me dirigí al paradero del ómnibus al ritmo de "Night Fever". Durante el viaje desde Miraflores al Centro Histórico de Lima, mirando con la vista perdida por la ventana, reflexionaba con el fondo músical de "How Deep is Your Love", sobre precisamente,que tan profundo podía ser el amor de un hijo a su padre, como para cometer la locura de ir a bailar ante tan selecto público, compuesto esencialmente por empresarios, y no salir dañado en el intento. Cuando entré al salón principal, donde todos estaban reunidos, incluida la Miss Perú, mi gordo e imponente padre, con su voz potente e inconfundible, grito orgullosísimo, delante de todos los allí presentes (que eran sus amigos): ¡Allí está mi hijo!, ¡Baila mejor que Travolta, pongan la música!. Yo, como es normal en un niño de trece años, quise desaparecer. Fue entonces que, sacando un valor que hasta ese momento no sabía que tenía, me dirigí al centro de la improvisada pista de baile, saludé inclinando la cabeza, y haciendo mi mejor esfuerzo para agradar a todos los presentes, arranque con el baile. El siguiente video, trata de graficar la forma como bailé esa tarde, salvando por supuesto, las abismales distancias.
El baile fue un éxito total, me salieron todos los pasos, "el sapito" (avanzar apoyado en las rodillas como un sapo), "los gemelos" (mover las muñecas en forma circular y hacer el ademán de ponerme los gemelos de una camisa), "el helicóptero" (abrir las piernas en el piso y girar), y el infaltable y emblemático paso del "señalador" (parase señalando, en 180º, a los demás, para culminar señalando el cielo en pose de divo, como se aprecia en el gráfico introductorio del post). Mi padre no cabía en su "pellejo", el público aplaudiendo a rabiar, casi en el delirio, y yo asustado y temblando. Había hecho una hazaña. Había bailado frente a una Miss Perú, casi Miss Universo, y sobre todo hice extremadamente feliz a mi padre, que era lo que más quería, porque a pesar que mi comunicación con él fue siempre complicada, por eso que los sociólogos y psicólogos, llaman "brecha generacional" (me llevaba medio siglo de diferencia), siempre nos amamos mutuamente, a nuestra manera y, con nuestros propios lenguajes.
Hace poco mi querida madre, "Emilita"(extraordinario personaje del cual también escribiré en un futuro post, por ser su vida, realmente una gran novela, así como las que escribe, el gran Gabriel García Márquez) cumplió 80 años, y en medio de la celebración que le hicimos sus seis hijos (y mi hermanita Norita desde el cielo), nuevamente me emboscaron, igual como hace más de 30 años, lo hizo mi padre. Esta vez, los confabuladores fueron mi esposa, hermanos, cuñadas y sobrinos. Todos en secreto esperaron el momento del baile para gritarme al unísono, y con Emilita, comandándolos: ¡Que baile, que baile! ¡Travolta, Travolta!, y yo totalmente, resignado, con una "panza" cada vez más prominente que, ya casi no me deja ver la correa, y sin físico alguno, para hacer las piruetas que exige el baile de Travolta, empecé a bailar. Al comienzo, me sentía como "Robocop", pero al ver la alegría de todos, el rostro de mi madre con lágrimas regando los surcos de su rostro, combinado con una bellísima y sabia sonrisa, que emanaba borbotones de felicidad y de amor, me motivó y una mágica fuerza se apoderó de mi, sintiéndome ligero y ágil, busqué, encontré y desempolvé de mis archivos mentales, cada uno de los pasos perdidos en el tiempo, y bailando como en aquélla época, comencé a soñar con ese maravilloso día en el que mi padre me llamó, y me regaló uno de los mejores recuerdos que tengo de él, que atesoro y llevo en mi alma. También me percaté que, nuevamente estaba bailando frente a una reina, ya que Emilita fue la más bella "Reina del Trabajo de Lima", con corona y todo, allá por el año 1945, (concurso oficial, de nivel nacional, que ganó representando al famoso laboratorio farmacológico "Instituto Sanitas", y que no se evaluaba necesariamente la belleza de las concursantes sino su talento para el trabajo. Obviamente, nuestra reina Emilita ganó ese concurso por las dos cosas). Todo se repetía, y los recuerdos de esa tarde bailando frente a mi padre, la Miss Perú, y sus amigos, venían a mi mente como fogonazos de luz en cada paso, fue un auténtico "flashback".
Al terminar el baile, con la pose "señalando al cielo" de rigor, todos mis hermanos me abrazaron y besaron en la frente como si seguiría siendo ese mozalbete de trece años y, en medio de los abrazos mezclados y la emoción, vi a mi padre parado, en la esquina de la sala. Estaba elegantísimo, con su terno gris charcoal a rayas, camisa blanca almidonada y con su corbata de rayas negras y doradas, que tanto le gustaba. Me miraba feliz. Había regresado a casa por unos minutos a celebrar con toda su familia, el octogésimo cumpleaños de su amada Emilita. Yo no le dije nada a nadie. Solo sentí paz y comprendí en silencio, que cada vez que escuche y vea el baile de Travolta, siempre será una oportunidad para reencontrarme con mi padre, con Emilita, con toda mi querida familia, y que siempre valdrá la pena vivir, bailando por un sueño.
Ojoavizor

8 comentarios:

Soñadora dijo...

En primer lugar, gracias por la visita a mi blog y por el comentario que dejaste.
En segundo lugar gracias por arrancar de mis labios una sonrisa el día de hoy, leyendo tu post.
Que emotivo me ha resultado leerlo, y como pudiste recordar todos los pasos retroceder asi en el tiempo. Tus padres han de haber estado felices, estoy segura que ambos.
Un abrazo,

José Miguel dijo...

Pues no sabía que estabáis tan mal en Perú. En fútbol sí sabía que no andaba muy bien. Aquí en España tenemos más noticias de Colombia, Venezuela y otros países.
Del Perú no llega mucha información. Pero bueno, espero que con esos momentos os consigáis reconfortar y mejorar el país.
Saludos!

Ojoavizor dijo...

Gracias por tu comentario "soñadora".
Los recuerdos de la niñez siempre serán invalorables para todos nosotros. Es bueno recordarlos de tanto en tanto. Nos ayuda a recordar cuanto nos pueden querer nuestras familias y sobre todo, nos ayuda a no olvidar que tendremos un niño dentro de nosotros.
Los niños son la reserva mas bella del ser humano. Ellos salvaran el mundo.

Ojoavizor

Ojoavizor dijo...

Gracias José. Por tus cordiales comentarios en tu blog y en el mío.

Los buenos recuerdos también nos salvan.

Ojoavizor

Juan Carlos dijo...

Muchas Gracias por visitar mi Blog.

En tu comentario que identificaste las coincidencias de nuestros articulos y como acerca Dios a las personas afines. Es cierto y lindo.

Te felicito pur tu remembranza en el articulo del baile de Travolta. Realmente un EXCELENTE articulo, el que hiziste.

Te seguire leyendo.... Me encanta mucho, el "estilazo" que tienes para escribir. Cada dia aprendo un poquito mas

Tu Amigo desde Texas: El gato de Jesus Maria - Lima - Peru

Ojoavizor dijo...

Gracias Juan Carlos.

Es muy gratificante para mí, intercambiar experiencias con personas que valoran la sensibilidad de los demás.

Vuelve siempre, serás bienvenido, yo también estaré pendiente de tus valiosas reflexiones en tu extraordinario blog.

Ojoavizor

zoraida999 dijo...

Mas baile para ser mejor, Me encanta el baile, es mi salida a no estar ni sola, ni triste, ni cansada,....
Un saludo para Lima, alli hace mas de un decada que padrine a una cria, que esta en la Universidad con 20 a?os

Ojoavizor dijo...

Baila siempre soraida999, deja que el ritmo de la vida te lleve a lugares insospechados como Lima.

Gracias por tu comentario.

Ojoavizor